Cierro los ojos, los aprieto con fuerza, al abrirlos el paisaje se fija como si fuese de carne. Carne tatuada. Me invade una profunda tristeza, arroyos, cauces, bosques, colinas, árboles y piedras muestran su sumisión, su rostro de animal apaleado. Una y otra vez. Transformado, talado, desecado, esquilmado, talado, arado, sulfatado. Una cirujia ciega y enferma, cercana a la dentellada señala cada uno de los instantes de este paisaje. Cierro los ojos una vez más. El sonido de un motor atraviesa el horizonte. Aprieto con fuerza, mi respiración se acerca al gemido.
- ¿Eres de aquí?-Es una voz a mi lado.
- No. Aquí no es ahora.
Siento la carnalidad violacea del marfil ascenderme por el muslo. Yo también estoy siendo devorado.